UN PATRIMONIO ARTÍSTICO ÚNICO (BIC)
La Basílica es un edificio único en Madrid. Una importante característica del templo es su concepción unitaria, gracias a su breve periodo de construcción, que ha llegado intacta hasta nuestros días, siendo la única Iglesia del Madrid histórico que no ha sufrido daños en su diseño original arquitectónico y decorativo (la puerta es original, del año 1746) gracias a la inmunidad diplomática de la que goza desde 1892.
Arquitectura del templo
La Basílica Pontificia de San Miguel es un Bien de Interés Cultural (BIC), con categoría de Monumento Histórico Artístico Nacional (1984), en el corazón del Distrito Centro, en la zona de protección arqueológica “recinto histórico de Madrid” y dentro del recinto protegido “Villa de Madrid”.
Los arquitectos italianos realizan una propuesta innovadora y llena de sorpresas, que contrasta con la arquitectura más sobria de nuestro barroco madrileño.
El proyecto arquitectónico definitivo es del italiano Giacomo Bonavía. A partir de 1743, bajo su supervisión, llevó a cabo la ejecución del proyecto su discípulo Virgilio Rabaglio.
Una fachada singular
La Basílica de San Miguel es la más italiana de todas las iglesias barrocas de Madrid.
La Basílica de San Miguel es una iglesia barroca de influencia italiana -la más italiana de todas las iglesias barrocas de Madrid- cuya singularidad arquitectónica radica tanto en el tratamiento escenográfico del espacio interior como por la teatralidad de su fachada principal.
Es una fachada única. Encajonada en la estrechez de la calle, resulta airosa gracias a su movimiento curvilíneo, que se pliega en movimientos cóncavos y convexos en dos cuerpos y tres calles, rematados por un frontón curvo y dos originales torrecillas con chapiteles bulbosos, que alojan las campanas, creando una original estampa reconocible desde muchos puntos de la ciudad.
Varios grupos escultóricos rematan la decoración de esta fachada-telón.
Frescos de las bóvedas y de las cúpulas
Como es frecuente en los templos barrocos, arquitectura, escultura, pintura y demás artes decorativas se fusionan en programas iconográficos espectaculares, que dotan a la Basílica de una riqueza visual única.
Entre 1745 y 1752, Bartolomé Rusca y los hermanos González Velázquez fueron los artistas que pintaron los frescos de las bóvedas. Y Roberto Michel intervino en los elementos arquitectónicos anejos.
Tras la cesión del templo a la Santa Sede en 1892, se inicia una nueva campaña decorativa que hará posible la culminación de la decoración pictórica de la totalidad de la iglesia, en la que destaca la obra al fresco del artista vasco Gustavo López Hastoy.
Pinturas y esculturas del templo. El retablo mayor.
La campaña decorativa proyectada en el momento de la construcción del templo, pensada de manera unitaria, no solo contemplaba las decoraciones pictóricas en pared, sino también todas las trazas del altar mayor y de las capillas laterales.
El primer retablo mayor fue proyectado por Ventura Rodríguez hacia 1763, aunque nunca llegó a ejecutarse. Poco después se inicia una campaña decorativa en la que destacan las trazas de los altares laterales y del altar mayor que aúnan decoración de mármoles, estuco en relieves de delicada factura, pintura al fresco y lienzos de gran tamaño.
El primitivo lienzo principal fue pintado por José del Castillo hacia 1790. Lo atestigua el pequeño boceto pintado por él, que se conserva en la actualidad en la Fundación Lázaro Galdiano
Un poco posteriores son los dos relieves imitando la numismática clásica, representando a Cristo y la Virgen María, y los dos ángeles superiores con filacteria, obra del estuquista neoclásico Pedro Hermoso.
Mención aparte merecen tres tallas soberbias pertenecientes a la Basílica desde su primera campaña decorativa, debidas a la gubia del escultor Luis Salvador Carmona: San Pascual Bailón, Santa Librada y el Crucificado bajo la advocación de la Fe y el Perdón.
En la década de los 60 del siglo XX, la Basílica se adecúa a las necesidades de la reforma litúrgica en la encrucijada del Concilio Vaticano II.
El Belén de la Basílica
Diseñado por la belenista María Dolores Criado de la Brida, se mostró al público por primera vez en las Navidades de 2005. Su programa iconográfico es un ejemplo único que comprende varias escenas del relato evangélico de la Navidad.
Las figuras, obra del escultor José Luis Mayo Lebrija, son de una calidad artística excepcional. Algunas de ellas son únicas y exclusivas del nacimiento de la Basílica Pontificia de San Miguel: se las llama figuras “de palillo”, nombre que indica que no serán repetidas nunca en ningún otro belén.